Les dejo mi maltrecho y viejo cuerpo
sentado en la butaca, sonriendo bobaliconamente, participando del borreguil
silencio en esta aséptica residencia, dejando morir el tiempo mientras el
torturante machaqueo del televisor absorbe cerebros, anula albedríos.
Como cada noche vuelo rejuvenecido
hasta mi paraíso oculto al resto del mundo, donde ella me espera, bendito
reencuentro con la felicidad.
Juntos reiniciamos el rito de
hacer de nuestras almas una y de nuestro amor un inmenso océano de vida. En un
instante que semeja una eternidad vivo con tal intensidad que no necesito vivir
más.
Esta vez creo que no
regresaré
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