viernes, 9 de octubre de 2015

EL CUERNO DEL DIABLO



   -Guardaos de entrar en esa espelunca, caballero –le dijo el rabadán, haciendo bailar en su boca un palillo de biznaga-, o perderéis por siempre la alegría y la vida.
   Su voz tenía una dulzura extraña, moldeada tal vez por los años de soledad en la montaña.
   -¡Nada temo! –insistió con vehemencia el guerrero- En lances más oscuros y peligrosos me vi y de todos ellos salí con bien.
   -En consciencia os lo digo, pues no quisiera ser yo cómplice de vuestra desgracia. Asomad si os place y podréis ver la armadura del último que en ella se introdujo, con más agujeros que un colador, los emblanquecidos huesos de su portador y los tiznes del fuego que mana de las fauces del cornudo demonio que habita tan lóbrego agujero.
   -Al tal demonio cornudo vengo yo a buscar, y varios sé que han sido los que me han precedido en esta búsqueda…
   -Centenares y todos murieron destrozados.
   -¡A mi amada prometí un cuerno del diablo!... Aunque –vaciló levemente en su afirmación- quizá no sea tan buena la idea de morir en el intento.
   Sonó, proveniente del interior de la gruta, un eructo y un bramido, que hizo estremecer al caballero, provocando que el latido de su corazón martilleara en su sien.
   -Tiene hambre el jodido –murmuró el pastor-. Os ha olido, mi buen señor. Con algo habrá que calmar el jilorio que ahora siente.
   -¡Dios, en qué trance me coloca tan estúpida promesa!
   -Yo os puedo auxiliar. Por unas monedas de plata haré llegar uno de mis corderos al monstruo y os daré un asta del diablo que un valiente logró cortarle antes de morir.
   -¡Sea! –confirmó el otrora gallardo, lanzándole al ovejero una bolsa con monedas.
   Con parsimonia tomó la bolsa guardándola en su faja, abrió su zurrón y le tendió un retortijado cuerno rojo, a continuación empujó a uno de sus corderos hasta el agujero y lo hizo entrar.
   Se escucharon bramidos y balidos, luego un atronador eructo y silencio.
   -Le ha parecido exquisito, sin duda –dijo el dulero-, podéis marchar tranquilo que satisfecho y sosegado quedó el monstruo, de momento.
   Guardó el cuerno el caballero y salió corriendo en busca de su corcel sin siquiera devolver los saludos del cabrero.
   Cuando desapareció, se acercó el pastor sonriente a la boca de la gruta.
   -¡Tasio! –gritó- Ya puedes sacar al cordero, que otro necio marcha al galope con un cuerno de cabra en su talega y sin dineros.

JF.
26/09/15

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