-¡No me mires así, Nerón! –exclamó el viejo
con su cascada voz- Ya sé que no debería de beber tanto vino, pero es lo único
que me calienta un poco las tripas, amigo, y me embota lo suficiente la sesera
para que no pueda pensar. Además de que no tengo otra cosa que llevarme a la
boca,… ¡Bueno, sí! –recordó en aquel momento, y echó mano a su desvencijado y
sucio macuto del que sacó una reseca
madalena- ¡Mira! La encontré en el contenedor, cuando buscaba unos cartones con
los que taparnos esta noche. ¿Qué te parece? ¿Quieres un poco?
El pequeño Nerón lo miró con sus ojillos
redondos y ladeó la cabeza, luego, sin moverse de su posición, sentado sobre
sus patas traseras, movió con alegría lo que le quedaba de su rabo, cortado por
unos gamberros hacía algunos meses.
-Bien, pequeñajo, la compartiremos.
El viejo Cosme dejó en tierra el bric de
vino comprado en una tienda de esas que son también frutería, propiedad de unos
sijs, con las limosnas recogidas a la puerta de un centro comercial. Partió la
madalena en dos y le mostró a Nerón su parte.
-Esto es para ti, pero no te lo comas
rápido, así te durará un poco más –le dijo como si el esmirriado perrillo
entendiera lo que le explicaba.
Asombrosamente Nerón respondió con un sonoro
ladrido.
-Vale, vale, glotón, ahí tienes.
Y le lanzó al aire su pedazo, que Nerón
atrapó dando un gracioso saltito para después quedarse mirando a su compañero
feliz por haber conseguido cogerlo en su boca, tumbándose a continuación sobre
la panza y, lentamente, comerse aquel inesperado regalo agitando el muñón que
tenía por cola.
-Menos mal que hemos encontrado este rincón
donde refugiarnos, ¡eh, Nerón! Aquí
dentro se está algo más calentito que en la calle, aunque sea pequeño y tengamos
que aguantar la luz encendida toda la noche. Suerte que la puerta de este
cajero no cerraba bien. No creo que ninguna persona necesite sacar dinero, o
eso espero… Sería un fastidio que nos desalojaran los municipales otra vez.
Nerón volvía a mirarlo atentamente con sus
ojillos brillantes, una vez devorada su parte de la reseca madalena, sin perder
de vista el otro trozo, que Cosme mantenía todavía en su mano. Gimió
lastimeramente, tenía más hambre.
Cosme sonrió.
-¿Quieres más? – le preguntó, sabiendo de
sobra la respuesta.
Nerón se movió nervioso, apoyándose ora en
una pata ora en la otra.
-Está bien, glotón, tómala – dijo tirando su
trozo al aire para conseguir que el perrillo lo cazara al vuelo-. Yo tengo mi
vino y con eso aguantaré esta noche.
Tomó nuevamente el bric que había dejado en
el suelo y bebió un largo trago del áspero vino negro que contenía. Luego
eructó.
-Bien compañero, yo voy a tratar de dormir
un poco. Haz tú lo mismo cuando te acabes la madalena. Buenas noches pequeñajo.
Dicho esto se envolvió Cosme con los
cartones recogidos en los contenedores y se tapó la cara con su astroso
pasamontañas de lana.
Apenas había pasado media hora cuando se
abrió de golpe la puerta del cajero. Cosme despertó sobresaltado y apartó de su
rostro el pasamontañas. Tuvo tiempo de ver a un joven que arrojaba algo dentro
del habitáculo y que Nerón, habituado como estaba a que le lanzara el viejo
cosas para cogerlas al aire, brincó y atrapó con su boca lo que aquel muchacho
les tiraba al tiempo que gritaba.
-¡¡Despierta viejo de mierda!!
Por pronto que Cosme quiso darse cuenta,
Nerón tenía entre los dientes un grueso petardo cuya mecha chispeaba
consumiéndose con rapidez.
-¡¡¡Nerón, suelta eso!!! – gritó… pero ya era
tarde…
FIN
JF. 20.03.14
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