domingo, 31 de mayo de 2015

ENTRE CARTONES




 -¡No me mires así, Nerón! –exclamó el viejo con su cascada voz- Ya sé que no debería de beber tanto vino, pero es lo único que me calienta un poco las tripas, amigo, y me embota lo suficiente la sesera para que no pueda pensar. Además de que no tengo otra cosa que llevarme a la boca,… ¡Bueno, sí! –recordó en aquel momento, y echó mano a su desvencijado y sucio  macuto del que sacó una reseca madalena- ¡Mira! La encontré en el contenedor, cuando buscaba unos cartones con los que taparnos esta noche. ¿Qué te parece? ¿Quieres un poco?
   El pequeño Nerón lo miró con sus ojillos redondos y ladeó la cabeza, luego, sin moverse de su posición, sentado sobre sus patas traseras, movió con alegría lo que le quedaba de su rabo, cortado por unos gamberros hacía algunos meses.
   -Bien, pequeñajo, la compartiremos.
   El viejo Cosme dejó en tierra el bric de vino comprado en una tienda de esas que son también frutería, propiedad de unos sijs, con las limosnas recogidas a la puerta de un centro comercial. Partió la madalena en dos y le mostró a Nerón su parte.
   -Esto es para ti, pero no te lo comas rápido, así te durará un poco más –le dijo como si el esmirriado perrillo entendiera  lo que le explicaba.
   Asombrosamente Nerón respondió con un sonoro ladrido.
   -Vale, vale, glotón, ahí tienes.
   Y le lanzó al aire su pedazo, que Nerón atrapó dando un gracioso saltito para después quedarse mirando a su compañero feliz por haber conseguido cogerlo en su boca, tumbándose a continuación sobre la panza y, lentamente, comerse aquel inesperado regalo agitando el muñón que tenía por cola.
   -Menos mal que hemos encontrado este rincón donde refugiarnos, ¡eh, Nerón!  Aquí dentro se está algo más calentito que en la calle, aunque sea pequeño y tengamos que aguantar la luz encendida toda la noche. Suerte que la puerta de este cajero no cerraba bien. No creo que ninguna persona necesite sacar dinero, o eso espero… Sería un fastidio que nos desalojaran los municipales otra vez.
    Nerón volvía a mirarlo atentamente con sus ojillos brillantes, una vez devorada su parte de la reseca madalena, sin perder de vista el otro trozo, que Cosme mantenía todavía en su mano. Gimió lastimeramente, tenía más hambre.
   Cosme sonrió.
   -¿Quieres más? – le preguntó, sabiendo de sobra la respuesta.
   Nerón se movió nervioso, apoyándose ora en una pata ora en la otra.
   -Está bien, glotón, tómala – dijo tirando su trozo al aire para conseguir que el perrillo lo cazara al vuelo-. Yo tengo mi vino y con eso aguantaré esta noche.
    Tomó nuevamente el bric que había dejado en el suelo y bebió un largo trago del áspero vino negro que contenía. Luego eructó.
   -Bien compañero, yo voy a tratar de dormir un poco. Haz tú lo mismo cuando te acabes la madalena. Buenas noches pequeñajo.
   Dicho esto se envolvió Cosme con los cartones recogidos en los contenedores y se tapó la cara con su astroso pasamontañas de lana.

   Apenas había pasado media hora cuando se abrió de golpe la puerta del cajero. Cosme despertó sobresaltado y apartó de su rostro el pasamontañas. Tuvo tiempo de ver a un joven que arrojaba algo dentro del habitáculo y que Nerón, habituado como estaba a que le lanzara el viejo cosas para cogerlas al aire, brincó y atrapó con su boca lo que aquel muchacho les tiraba al tiempo que gritaba.
   -¡¡Despierta viejo de mierda!!
   Por pronto que Cosme quiso darse cuenta, Nerón tenía entre los dientes un grueso petardo cuya mecha chispeaba consumiéndose con rapidez.
   -¡¡¡Nerón, suelta eso!!! – gritó… pero ya era tarde…
  
                                                                                              FIN

JF. 20.03.14

MUEREN EN MIS LABIOS



Mueren en mis labios y se pudren
los besos de pasión que no te he dado,
las palabras de amor que he callado,
las sonrisas que jamás te he regalado.

Cuelgan como racimos invisibles,
silencios del veneno destilado
por cada sentimiento no expresado,
por aquellas caricias que mis manos te han negado.

Y el fuego de mi propia cobardía
ahoga mi corazón encarcelado,
emponzoñando con miedos intangibles
los sueños más hermosos, más sensibles.

JF.  26.05.15

martes, 26 de mayo de 2015

LUCES DE COLORES



Luces de colores en la carretera
neones que juegan con la oscuridad
refugio de cuerpos que buscan amores
hijos del dinero y la necesidad.

-¿Me invitas cariño a cambio de un beso?
-¿Tan solo de un beso?
-Por algo se empieza
y si quieres pagarlo tendrás algo más?

Placeres fingidos, caricias compradas,
amores sin rostro, sin nombre ni edad,
amores que mueren antes de empezar
en sórdidos cuartos llenos de humedad.

Lechos mancillados por la falsedad
y el dolor callado de engañadas hembras
que a cambio de sexo les han prometido
que obtendrán dinero y su libertad.

Luces de colores en la carretera
sueños encerrados, gritos silenciosos
féretro de amores de nocturnidad
que empiezan y acaban en la barra del bar.

JF. 14.06.14

CELESTIAL FNCIONARIA



   Llegó el momento esperado y temido. Le alargo los papeles a la angelical funcionaria que me mira por encima de sus nacarados anteojos. Sin una sonrisa, sin un gesto de bondad como hubiera sido de esperar en aquel lugar celestial.
    -Si no lleva el certificado de INFANCIA FELIZ, no puedo atenderle ni darle soluciones, su destino es el que le han asignado, no obstante puede colocarse en la fila de la derecha para solicitar una nueva entrevista.
    -Espere señorita, ya les he explicado que olvidé mi infancia, fue una experiencia terrible, y no creo que para…
    -La fila de la derecha para una nueva entrevista –concluye con voz aflautada devolviéndome los papeles-. ¡Siguiente!
    La miro agotado.
    Yo pensaba que en el cielo no habría funcionarias, que no existirían las ventanillas, que todo sería más sencillo, pero hete aquí que sí las hay y tan complicadas como en la tierra.
    Es la tercera vez que me estanco ante la dichosa ventanilla por la falta de un bendito papel y todo porque no entiende la angelical señorita que, después de vivir ciento siete años, estoy muy cansado, no recuerdo nada de mi infancia y por eso el de la entrevista no quiere expedirme el certificado dichoso. ¡Por el amor del Dios que nos ha creado a todos! ¿No podrían dejarme desarrollar una ocupación tranquila, sencillita?... ¡No quiero convertirme en un registrador de pecados como aquí pretenden! ¡¡Aunque sean veniales…¡¡ ¡Eso ya lo hice en la tierra cuando trabajé en los juzgados! Y de bien gordos y mortales fueron los que pasaron por mis manos…
    Tan difícil de entender es qué si me he ganado al cielo es para descansar, gozando de la dicha celestial y del bienestar de los justos, ¡qué sólo deseo disfrutar de la eternidad limpiando y esparciendo nubes!

J.F.  16/05/15

LA ESCALERA DE MIS SUEÑOS



Decía mi querida y añorada abuela María que la vida es como una impresionante escalera de caracol que asciende hacia el cielo perdiéndose entre las nubles. Me explicaba ella con su voz melodiosa, que esa es una escalera que todos debemos subir, al principio deprisa, sin miedo, pero luego mucho más despacio, no por el cansancio, que también, sino porque las prisas se han ido quedando atrás. Y con nosotros acompañándonos muchos otros, amigos, familiares, conocidos. De vez en cuando hay algún rellano, repartido sin orden ni concierto a lo largo de la ascensión, donde van quedando las sombras de aquellos que perdemos. Cuanto más ascendemos más sombras dejamos y llega un momento que la única sombra que queda es la nuestra: nos hemos quedado solos. Y es entonces cuando la muerte nos abraza y se acaba la escalera.
Yo sueño muchas veces con esa escalera y con mi sombra subiéndola, solo, nadie me acompaña ni veo que nadie haya quedado en ningún rellano, pues en la escalera de mis sueños no hay rellanos, sólo duros escalones que cuestan cada vez más de salvar. Y allí en el fondo, me descubro a mí mismo inmóvil, desnudo, pequeño, insignificante, contraídas mis piernas, escondidos mis brazos junto a mi cuerpo, encogido en mí, adquiriendo la falsa seguridad de una posición fetal. Cerrados los ojos, negándome al movimiento. Veo el fondo de la escalera, el principio, pero jamás el final, tan sólo soy consciente del escalón que voy pisando, cada vez más penosamente.
Nunca he intentado analizar este sueño ni encontrarle sentido pues a la vez que me turba, me provoca una sensación de bienestar, me acerca al recuerdo de mi querida abuela cuya sombra quedó hace muchos años sentada en su mecedora en un rellano de su escalera, seguro estoy, muy, muy cerquita del cielo.

JF. 09.05.15