A la entrada de un conocido y hermoso
templo de Valencia, el del Patriarca, llamado así porque fue construido a
instancias de Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia y Patriarca de Alejandría,
a finales del siglo XVI y principios de XVII, cuelga el cuerpo disecado de un gran cocodrilo cuya
procedencia, según la tradición popular, está envuelta en una curiosa leyenda.
Cuentan que hace muchos, muchos años,
apareció por Valencia un dragón que se instaló en las afueras de la muralla, en
las orillas del río de la ciudad, atacando cada día a aquellos que salían y que
le servían de alimento, provocando con sus cruentas apariciones el terror en la
capital.
Varios valientes caballeros vinieron para acabar
con él monstruo aposentado en los aledaños del río, sin conseguir otra cosa que
perder la vida en el intento. Llegando un momento en que temía la población ser
diezmada por esta bestia con la que nadie era capaz de acabar.
Dicen que fue un reo condenado a muerte
quien, a cambio de su libertad, se ofreció a acabar con la pesadilla, siendo
aceptado su ofrecimiento sin dudar por las autoridades. Salió de las murallas
el osado, después de haberse encerrado durante una semana en una fragua, envuelto
su cuerpo con una túnica que le cubría hasta la cabeza y armado con una lanza.
Al verlo el dragón corrió hacia él para devorarlo como había hecho con los
anteriores retadores pero, cuando bien cerca del hombre estaba, se libró éste
de las ropas con que se cubría dejando a la vista una armadura hecha con trozos
de espejos que refulgió al recibir los rayos del sol, cegando y aturdiendo al
bicho con su luz, momento que aprovechó el bravo guerrero para clavar con furia
su lanza en el cuerpo del dragón y acabara así con el monstruo, librando a Valencia
de tan terrible amenaza. Aquella cruel fiera se diseco y mucho después se colgó
su cuerpo disecado en un muro del vestíbulo de la Iglesia del Patriarca, en
recuerdo de la hazaña y como homenaje al valor del anónimo matador, del que no
se conserva ni el nombre ni parte de su rutilante armadura.
Los incrédulos argumentan que el cuerpo del
animal que cuelga en El Patriarca es un caimán regalo del Virrey del Perú… pero
esa historia no debe ser cierta, yo me creo más la del cazador cubierto de
espejos…
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