Cerré la puerta despacio, sin hacer ruido, y bajé
de tres en tres los escalones. Casi sin tocar el suelo volé hasta el jardín
donde ella esperaba. Jadeante, quedé admirando su desnudez, con el amor
prendido en mis ojos, recibiendo la sonrisa que me brindaba. Llegué hasta ella,
no sin haber tomado antes unos lirios de la charca que la rodea y que deposité dulcemente
entre sus senos mientras abrazaba su cuerpo fresco, húmedo. La besé
apasionadamente, fundiendo mis labios con los suyos en una unión que quiso ser
eterna… hasta que sus guardianes me arrancaron de su lado maldiciendo mi locura
y me arrastraron crueles de nuevo hasta mi celda, donde sufro viéndola desde mi ventana, sola, triste, destacando corita, hermosa en el pequeño vergel, esperando silenciosa mi regreso para
que la libere de su pétrea esclavitud, con la cabeza vuelta hacia el cielo y la
mano alzada, de la que mana el agua de
la vida.
(Cuento seleccionado para la "Antología Homenage a Cortazar" de la editorial ArtGerust - 2014)
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