domingo, 1 de febrero de 2015

JULIA



    Mientras expiro lentamente el humo del cigarrillo y dejo que sus volutas me envuelvan, como una neblina que se esfuma rápidamente, se materializa en mi cabeza la imagen voluptuosa de Julia, sensual, excitante, tan lejana, tan dolorosamente lejana.
  A ella, estaba claro, le gustaban los chicos malos y por ello ha acabado de esta manera, bañada en sangre y abrazada al imbécil de Juanito, que siempre se las había dado de duro.
  Lo nuestro fue imposible, porque ella no quiso, claro. Prefirió a ese estúpido antes que a mí. Y eso me causó una profunda herida en el corazón que nunca cicatrizó, que mucho me hizo sangrar por dentro y por ello no pude dejar de odiarlos, ni de amarlos.
  La suya fue una relación tempestuosa, insultadora, violenta y, sobre todo, con mucho sexo: a cualquier hora del día, en cualquier lugar.
  Parece que los veo todavía revolcándose entre las cajas del almacén, o sobre la mesa de la oficina, sin importarles que yo estuviera delante, inmunes al decoro, provocándome, causándome más dolor, porque ambos sabían que yo estaba enamorado de ella, que mi amistad por Juan venía de lejos, y parecían disfrutar haciendo ostentación de su deseo, de su desbocada locura amorosa.

   Julia lo incitó a entrar en aquel mundo del dinero fácil y rápido, tenía un don especial en la mirada y podía llegar a convencerte sin decir palabra. Ella necesitaba dinero para sentirse feliz y Juan se cegó y se arriesgó para conseguirlo, a pesar de mis consejos, a pesar de mi insistencia en que no lo hiciera. Hasta que, en su loca carrera a lomos del corcel hecho de blanco polvo, quisieron volar y hacer negocios por su cuenta. Iban a escapar lejos con lo que consiguieran, eso decían, iban a desaparecer para siempre.
   Sabían del grave peligro que corrían: el clan de los colombianos no perdona, para ellos la vida no vale una puta mierda…

   Y ahora están muertos, bañados en su propia sangre, abrazados como en una sangrienta cópula mortal. Ahora sí la he perdido para siempre. Ha sido mi último error, ellos han marchado juntos y yo me pudro aquí llorando su ausencia.
  
   ¡Malditos celos!

   También yo perdí mi vida al delatarlos.

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